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Algunos pensamientos de final de año

No quería hacer un post científico y creo que lo he conseguido. Así acababa este comentario, pero al final lo he puesto al inicio por si alguien no lo leía entero. Al final sí. Feliz año 2025.

En estos días, resulta difícil no hacer un stropp (no un stop) a las 9,34 h y ver a vista de pájaro estos 365 días más uno.

En el plano humano, ya sabemos que ha sido un desastre absoluto. España se ha visto afectada por una de las peores catástrofes naturales que se recuerdan. Mi tierra ha quedado arrasada -en parte- por el agua y el barro. Nuestro corazón también. A día de hoy, nos recuperamos, poco a poco. Saldremos, pero a un coste muy elevado, humanamente sobre todo.

Pero bueno, estas líneas no son únicamente para hablar de la tragedia, por difícil que me resulte la tarea de apartarla del pensamiento. Quiero aprovechar estos últimos momentos del año para analizar alguna cuestión que me suscita gran interés y preocupación en el ámbito tributario.

La primera de ellas tiene que ver con el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones. Tras el disparate que fue la aprobación del Impuesto Temporal de Solidaridad de las Grandes Fortunas, se plantean, los mediocres de la clase, desde hace unos meses la aprobación de un nuevo Impuesto de “Solidaridad”, ahora a las Grandes Herencias.

Dejando a un lado el uso interesado del título del Impuesto, el objetivo que dice perseguir el Gobierno, personajes que no tendrían cabida en una empresa privada media española, es crear una imposición armonizada del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones, para evitar determinados beneficios fiscales que han sido aprobados por diversas Comunidades Autónomas en el uso legítimo de sus competencias.

Ya he comentado en varios foros que este impuesto no grava la riqueza, ni directa ni indirectamente. Este impuesto solamente recauda, seguramente a unas familias que serán más pobres que cuando vivía el ser querido que fallece. Liquidar el Impuesto de Sucesiones, no es equiparable a que te toque la lotería, como parece entender el Gobierno con este impuesto. Todo lo contrario.

Sin embargo, el Gobierno, en un afán recaudatorio desmedido e imprudente, piensa que es buena idea aumentar el coste global que produce una muerte, haciendo que paguen más impuestos los herederos, añadiendo recaudación a lo que ya pagó el causante en vida.

No nos olvidemos que la creación de estos Impuestos de “Solidaridad” no va unida a una mejor calidad de vida de los ciudadanos españoles. De hecho, con las tragedias que nos suceden se está comprobando que el Estado no ha actuado a la altura de las circunstancias. Hoy sólo han llegado el 6% de las ayudas económicas estatales a los afectados por la maldita DANA. Entonces, ¿para qué tanto aumento del ingreso público? La respuesta es clara, para continuar sufragando por todos las ineficiencias de un sistema en el que nadie está capacitado para tomar decisiones y las duplicidades se suceden, pero si un ciudadano acude a la cola de una Administración – la que sea- casi nadie es capaz de responderle bien y a tiempo. Siempre falta un papel o la persona responsable está almorzando. En Valencia, estos días lo hemos comprobado de primera mano, desafortunadamente.

¿Por qué no se plantean como alternativa contratar desde la Administración a los mejores?, a personas capacitadas para tomar decisiones, así en lugar de tener que contratar a 1.000 o 2.000 personas con sus correspondientes sueldos públicos, con 100 podrían ser suficientes. Parece que esta posibilidad, nadie la contempla. Una pena, en detrimento de las instituciones del Estado y unido al empeoramiento y encarecimiento del nivel de vida de los ciudadanos.

También por estas fechas nos encontramos con noticias que remarcan que la recaudación fiscal ha crecido este año más del doble que la economía. Pero, ¿a qué coste?, ya se lo respondo yo, a cambio de empeorar las condiciones de vida de los españoles. Esto lo podemos constatar en nuestras carnes, vivimos peor y pagamos más impuestos.

Los datos corroboran que en noviembre de 2024 se recaudó un 9% más que en el mismo mes del año pasado. Todo ello, pese a que la recaudación se vio disminuida por los efectos de la siniestra Dana, ya que el segundo pago del IRPF se aplazó a febrero de 2025 para los contribuyentes de la provincia de Valencia.

Pese a estos datos, las medidas políticas y tributarias no van encaminadas a que se puedan paliar las desigualdades que la vida nos pone en el camino. Por ejemplo, si una persona física que ha ganado 100.000 euros en 2024 quiere donar 20.000 euros a un afectado por la Dana que ha perdido su casa, primero tiene que pagar el IRPF por esos 100.000 euros, y con lo que le quede de ahorro, donar los 20.000€. ¿No sería lógico que ese año sus ingresos, tras constatar que ha donado a una persona vulnerable tras la catástrofe, fueran de 80.000 euros y se fomentara la distribución de la riqueza en momentos en los que no hay duda que cientos de miles de familias lo necesitan? ¿Alguno de los miles de asesores del Gobierno no podía haberlo pensado?

Estas reflexiones me generan cierta desesperanza, porque mientras no haya un cambio institucional potente, las perspectivas de futuro van en caída libre.

Los deseos y propósitos para el año nuevo van encaminados a seguir defendiendo, junto a todos los compañeros de la AEDAF, la aplicación de un sistema tributario donde no se olviden sus principios rectores: justicia, generalidad, igualdad, progresividad, equitativa distribución de la carga tributaria y no confiscatoriedad.

Y humanidad, pedir humanidad.

Y, que nuestra Constitución Española proteja a todos los ciudadanos para que contribuyan al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica. Pero, no olvidemos que esta capacidad económica debe ser real, y no una mera construcción ficticia, pues en ese caso nos continuaremos empobreciendo como sociedad. Siempre me viene a la cabeza la nefasta aplicación que se hace del artículo 37.1 b) de la LIRPF, no puedo evitarlo.

Ya nos recordaba Su Majestad el Rey Don Felipe VI en su discurso del pasado 24 de diciembre, la importancia de defender nuestra Constitución y de poder perseguir el bien común más allá de cualquier discrepancia política. Me hago eco de sus palabras y agradezco la cercanía de la Casa Real por intentar defender el bienestar de los ciudadanos, por demostrar que por encima de todo son personas, en unos días en los que es fácil perder la perspectiva y quitar del foco público lo esencial. Conozco muchas, algunas muy queridas, a las que en 2024 les ha sucedido esto.

Os deseo lo mejor para el año que iniciamos. 

Carlos Romero Plaza

Abogado Tributarista. Socio Director de Arttax Abogados