
El envilecimiento de las garantías
Es una situación bastante fácil de encontrarse en la vida que una sociedad no haya ajustado el pago de los tributos a lo que la Hacienda española espera de ella. Tampoco sorprende que el acto administrativo considere que ese olvido, tanto total o parcial, en la tarea de llenar las arcas públicas se ha hecho con culpa o negligencia. No hablamos aquí del dolo. Es una realidad que esto sucede.
Lo que nos estamos encontrando son las ganas de derivar a los miembros de una junta rectora de una sociedad que tiene una sentencia en contra y que contiene una sanción, elemento este indispensable para poder derivar de la sociedad infractora al socio. Bien, aquí viene la sorpresa. Observamos en el expediente que estos futuribles derivados entregaron en recaudación en la Agencia tributaria decenas de escrituras para la elección de aquellas que debieran garantizar la deuda. No una. Ni dos. Más de treinta. Y de una valoración conjunta que excedía en mucho las cantidades a garantizar. Entiendo que con esto los administradores cumplen sobradamente el sentido contrario al artículo 43.1.a) de la Ley General Tributaria.
Y lo entiende también mi hija mayor cuando se lo expliqué este fin de semana. Es simplemente sentido común. Ellos han realizado los actos necesarios que eran de su incumbencia para poder atender las obligaciones y deberes tributarios, en esa fecha. En la fecha en que podían y debían hacerlo. Y esto es palmario. Cuestión distinta es que la lentitud de la justicia y la apreciación de los jueces hagan el resto.
Muchos años después esas garantías, que resultaron idóneas incluso para los propios inspectores relacionados con el expediente, se han envilecido. Y la pregunta del millón es si esto ha sido así por culpa o negligencia de las persona que las aportaron en un momento que procesalmente era el oportuno o si el mundo se paró de repente y ha ido hacia atrás para tomar impulso. Personalmente considero un sinsentido esta posible derivación basada en la nada y con pocas posibilidades, en mi humilde opinión, de poder prosperar. Nos hará perder el tiempo a los abogados y salud a los clientes. Ya me dirán.